- Vero Pastor

- hace 2 días
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Hoy vengo con un caso que me quedó resonando y me dejó pensando por días.
En su libro Behave, Robert Sapolsky analiza cómo nuestras hormonas y neurotransmisores modulan el comportamiento humano en todas sus esferas: desde lo que sentimos, hasta cómo reaccionamos, nos vinculamos o respondemos al estrés social.
El caso que quiero compartirles hoy es el de Sandie Craddock: una mujer en la Inglaterra de 1980 que, con más de treinta antecedentes por robos, incendios provocados y agresiones, asesinó a una compañera de trabajo, pero fue puesta en libertad condicional gracias a la comprensión del impacto de las hormonas en nuestro comportamiento.
Durante años Sandie llevó un diario meticuloso de su ciclo menstrual y de todos los delitos cometidos. Cuando la policía revisó ese registro, la coincidencia era absolutamente precisa: sus episodios violentos siempre ocurrían en la fase premenstrual.
El tribunal aceptó el argumento presentado por la defensa: se consideró que Sandie sufría un síndrome premenstrual severo que afectaba su conducta, y eso le concedió la libertad condicional bajo tratamiento con progesterona.
Mientras estuvo en tratamiento, no volvió a cometer ningún crimen. Cuando lo interrumpió, volvió a ser condenada por otro delito.
Agrego que este no fue un caso aislado: en esa época, varias mujeres en Inglaterra recibieron atenuantes legales alegando que su conducta estaba modulada por un síndrome premenstrual severo.
A mi entender, este ejemplo extremo nos muestra el poder enorme —aunque no absoluto— que tienen las hormonas en nuestra conducta.
Y en este caso concreto, vemos hasta qué punto la deficiencia de progesterona puede afectar, no solo nuestra salud mental/emocional, sino nuestro discernimiento y toma de decisiones.
Que tire la primera piedra quién en su fase premenstrual no ha querido matar a más de unx.
No lo hacemos (bueno, eso espero) porque, como también explica Sapolsky, las hormonas modulan nuestro comportamiento, pero nunca actúan solas. Siempre están en diálogo con el contexto cultural, la educación emocional que recibimos, las normas de género, las experiencias tempranas, el trauma, el aprendizaje.
Todo este combo es lo que nos permite atravesar la tormenta hormonal sin convertirnos en asesinas.
Por eso me parece fundamental mostrar que en el caso de Sandie, había un desbalance hormonal profundo. Cuando recibió progesterona, la agresividad desapareció.
Así de poderosas son nuestras hormonas.
Y por eso, comprenderlas es tan importante.
Dr. Gabor Maté (si bien me hace ruido citar a un hombre hablando de SPM, él está en otra liga) dice:
“Lo que llamamos síndrome premenstrual ... podría verse no como una patología, sino como un momento de decir la verdad interna.
Las hormonas sensibilizan a las mujeres frente a lo que no funciona en sus vidas, cosas que el resto del mes (sic: ciclo) toleran.
La menstruación hace que esas cosas sean menos soportables.
En lugar de verlo como sufrimiento, podría ser percibido como un momento de sabiduría e insight.”
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